viernes, 30 de mayo de 2008

El desempoderamiento del empoderado

Desde que llegue a Estados Unidos pocas cosas le he envidiado a este país y más bien la mayoría de las veces, me he encontrado pensando, declarando y por supuesto discutiendo que “…en Bolivia es mejor”.

Sin embargo, si de envidias hablamos, no puedo menos que cerrar el hocico y sentir como ésta se apodera de mi cuando visito las universidades y veo la cantidad y calidad de inversión física e intelectual que tienen. Dan ganas hasta de hablar ingles.

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de asistir a una exposición en la universidad de Stanford donde importantes representantes políticos y académicos de Latinoamérica discutieron los avances y obstáculos de los grupos indígenas en la región.

Si bien los aportes particulares fueron importantes y se discutieron varios temas, uno por sobre todos mereció mi especial atención: El desempoderamiento de los empoderados.

De acuerdo a representantes indígenas del Ecuador, si bien el movimiento en este país ha desarrollado un importante avance político -con incidencia en más del 40% del territorio nacional y habiendo formado parte de 2 fugaces gobiernos- ahora vive uno de sus momentos de mayor reflexión interna debido a su incapacidad para manejar ese poder.

Los avances políticos, establecen ellos, han sido muy importantes pero económicamente los indígenas no han avanzado, siguen siendo pobres y dependen de los demás. La causa, según los propios indígenas, radica en que “una vez en el poder, el movimiento ha sido incapaz de responder a lo indígena por responder a lo nacional”.

En Bolivia, según sus analistas, con la elección de Evo Morales el tema indígena ha pasado a ser algo de moda en donde se exponen más sus fenómenos sin tomar en cuenta sus antecedentes: El movimiento indígena no se desarrolla solamente con Morales sino que es el producto de mas de 25 anos de un proceso de articulación con el Estado.

Desde los años 80s, los indígenas comenzaron a formar parte de gobiernos y a asumir posiciones cada vez más importantes. Con la Ley de Participación Popular (1992) que descentralizó el poder económico y administrativo al nivel municipal y la elección de Evo Morales Aima (2006) y su base legislativa, conformada mayoritariamente por grupos de extracción aymara y quechua, pareciera que este proceso de empoderamiento ha alcanzado su cenit.

Paradójicamente, a juzgar de los especialistas, ese no ha sido el caso. A nivel local, la falta de conocimiento técnico y las constantes pugnas hacia el interior de los grupos por el control de las municipalidades, especialmente de población indígena, han producido gestiones deficientes y con ello el descontento de la población.

Aún más irónico, dicen, ha sido la administración de Evo Molares, supuestamente basada en la descolonización de la sociedad, que ha frenado la alfabetización bilingüe y más bien la ha reemplazado por programas foráneos dictados en castellano.

Finalmente, recalcan que si bien la Ley de Hidrocarburos (2005) estableció la creación de un Fondo de Desarrollo Indígena, el cual cuenta con fondos, la administración de Morales no ha sido capaz de invertir ni un solo centavo.

“… el convertirse en autoridad y exponerse a la luz publica ha conllevado a que la sociedad boliviana se de cuenta de que "el indio también roba", "el indio también es corrupto", "el indio es también incapaz"... ”

Horas después de la exposición, divagando aún en la universidad, me encontré enfrascado en una reflexión más bien universal.

¿Muy aparte de la capacidad que pueda o no tener el indígena, no será que después de todo, al entrar en contacto con el poder, es decir al ser “escuchado”, tiende a ser tan no-indígena como el resto? ¿O es acaso esta “democracia” la que lo corrompe y este Estado el que lo contamina?

Abstrayendo un poco más, ¿en que medida el colectivismo le es útil al hombre? ¿Estaremos más unidos mientras más pobres seamos? ¿Será cierto entonces que una vez alimentados, limpios y educados ya no nos interesa “nuestro” pasado sino “mi” futuro?...

Recuerdo muy bien la puesta del sol que me despertó de esa hipnosis y el banco de granito en el que estaba sentado. Miré a mí alrededor y no estaba solo, me rodeaban oscuras figuras que desbordaban solo belleza, estaba en el Jardín de Rodin.

Ya era tarde y decidí emprender retirada sin antes admirar y palpar algunas de las esculturas como esperando la reacción de las tan humanas piezas. Me dirigí a la parada y tome el autobús.
Una a una las calles que pasaban contemplaban mi mirada y parecían adivinar lo que pensaba “Aquí hay todo…..pero en Bolivia es mejor

El Pensador, 1880–81

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