sábado, 9 de febrero de 2008

Las reglas son las reglas

Un ataque de hambre fue el que me levantó del sofá en dirección del refrigerador. Cómo se nota que necesitamos ir al supermercado; no hay nada y el frió de la caja blanca parece ser aún mas intenso por el vació existente. A punto estuve de emprender la famélica retirada cuando una última esperanza me saludaba desde los pequeños compartimentos de abajo. Por azares de Mandrake o una dieta no muy saludable, fue así que descubrí las zanahorias que compre el pasado jueves de manos de Maria, una inmigrante como yo.


Mientras zanahoria tras zanahoria mi hambre se iba saciando no pude dejar de pensar en lo que estará haciendo Maria. Desde que llegué a San Francisco, hermosa ciudad de California en el gran país del norte que no es Canadá ni México, la cantidad de inmigrantes que he visto ha sido un tema de recurrente razonamiento.


Hace pocos días, el miércoles para ser mas exactos, descubrí la famosa "green card" en el fondo de mi buzón de correo; ¡Ah!, el bien amado y querido servicio postal de este país, muy pocas cosas pueden superar mi apego a éste.


Fue en una carta enviada por el servicio de inmigración donde encontré esta pequeña "tarjeta de presentación", que de verde no tiene nada. Una tarjeta que te presenta ante los ojos de una sociedad y un sistema, y especialmente ante la "migra", como persona que ha seguido las normas establecidas y que en virtud a ello tiene todo el derecho, y tal vez el deber, de ser tan libre como el consumismo se lo permita. "La persona identificada por esta tarjeta esta autorizada a trabajar y residir en los Estados Unidos".


Así como me imagino a Maria, conozco a varias personas "ilegales", inclusive humanas, que todos los días arriesgan su sueño americano. Conozco y he oído de sus propias bocas los sacrificios que hacen y los peligros que corren, incluso al extremo de casarse, en busca de ese trabajo, de esa oportunidad, que dará sentido a todo lo que renunciaron.


En este remar contra la corriente en búsqueda del pote de oro al final del arco iris, puedo imaginarme todo lo que los agentes de migración podrán decir, puedo deducir algunas de las teorías que los académicos explicarán, aún más puedo revisar las políticas que los gobiernos tienen, y, sin embargo, no puedo percibir respuesta suficiente que se le pueda dar a Maria, y tal vez a toda su familia, al momento de deportarla. "Es lo que dicta la ley", "Así es como se han formado las sociedades y los países", "Es la única forma de proteger a nuestros ciudadanos"...


El sistema no anda bien, o por lo menos no como debería, y esa la razón fundamental por la que la gente, especialmente la mas pobre y la mas consciente, pide un cambio y hasta es capaz de expresarlo, inclusive votando.


En estos días, Estados Unidos vive la efervescencia de una campaña electoral sin precedentes en su historia y no solamente por el nivel de participación de sus ciudadanos, ni por las características de los candidatos que podrían resultar en la elección del primer presidente de color o la primera presidenta electa, sino por la relevancia que representa el voto inmigrante. "Aproximadamente mas del 15% de la población en Estados Unidos es inmigrante".


Sin duda alguna, el cambiar el sistema no es nada fácil, tiene sus raíces bien asentadas en toda la sociedad y en un sistema económico vigoroso. Aun así, hemos sido testigos de retóricos discursos y encendidos debates que han aceptado y se han comprometido, por lo menos en los papeles, ha traducir esa esperanza y necesidad de cambio en un gobierno con oportunidades, o por lo menos con mayores oportunidades, para todos.


Seguramente, aun más que yo, Maria sabe que nada cae del cielo y que lo mucho o poco que tiene es fruto de su trabajo y sacrificio. Seguramente, así como el anterior jueves, saldrá de su casa esta semana y arriesgara todo, una vez más, por vender zanahorias y estar un paso más cerca de una vida mejor.


"Las reglas son las reglas y es así como se desarrollan las sociedades".


Esta semana, y en condiciones muy diferentes sin lugar a dudas, yo también saldré en busqueda de mi "mejor futuro". Algo me dice que al llegar el jueves y al salir de la estación del tren buscare tambien a Maria, tal vez le compre zanahorias, y tal vez vuelva a pensar en ella el domingo cuando me encuentre con hambre y me acuerde que detrás de toda política y reglas escritas somos nosotros los que hacemos la humanidad y de nosotros depende hacerla mas humana para todos.

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